Peligro: ¡desinformación!

¡Hola Chic@s! Hoy me gustaría que echáramos un poquito la vista atrás y recordásemos cual es ese monstruo que nos persigue a la hora de elaborar un trabajo, sí sí, ese mismo que hace que profesor tras profesor nos amenace con el suspenso si caemos en sus garras: ¿no tendréis dudas no? estamos hablando del plagio. Pero exactamente, desde cuándo tenemos conciencia de que existe. Todos llevamos muchísimos años estudiando, si nos remontamos a nuestros años de guardería, la suma ascendería como mínimo a 18 años. ¡Qué barbaridad! Evidentemente, no desde nuestros comienzos somos conscientes de que debemos respetar los derechos de autor, es más éramos demasiado pequeños como para valorarlo, y nuestra educación se basaba en otros sectores que no incluyen las competencias informacionales. Pero cuando empezamos a cursar la Educación Secundaria Obligatoria, con unos doce añitos, ya es hora de que estos temas empiecen a cobrar importancia. ¿El problema? que dudo mucho que se haga, es más, cuando yo andaba por el colegio ese tema ni se trataba y fue al entrar en la Universidad cuando me encontré con esta “barrera” a la hora de trabajar. Entonces, no deberíamos plantearnos que quizás el problema resida más bien en la desinformación.


¿Cuál sería la solución más adecuada? Sin duda, al menos bajo mi opinión, deberíamos mostrarles a los más jóvenes que los documentos están para ser consultados pero no para ser copiados. Evidentemente, cuando realizan un trabajo no se les pide que indaguen sobre un tema desconocido ni que aporten nuevas teorías, simplemente, que sean capaces de sintetizarlo y plasmarlo con nitidez, y por supuesto, que tengan en cuenta a todas aquellas personas que dedicaron su tiempo al estudio. Muchas veces únicamente necesitamos ponernos en el papel del otro para comprender las circunstancias. Nos gustaría que nuestro ensayo, ése del que estamos tan orgullosos, saliese publicado bajo el nombre de otra personas, o más simple, querríamos que otro compañero tomase el contenido como suyo y lo entregase firmado por él. Si realizáramos una encuesta, seguramente, a la mayoría de la personas no les importaría que su obra fuese tomada como referencia para otras, es más, se sentirían orgullosas de que diferentes personas muestren interés por su trabajo. Ahora sí, todos, sin excepción alguna, queremos que nuestro trabajo sea reconocido, así que, no hagamos lo que no nos gustaría que nos hicieran. Además, la solución es tan fácil como hacer referencia (a píe de página, en la bibliografía, con un paréntesis…) al verdadero autor de esas ideas.













Pero no creo que la desinformación únicamente se encuentre enfocada al desconocimiento del plagio. Cierto es que muchos adolescentes copian literalmente de la Enciclopedia o de Internet el contenido de sus trabajos pero, también es verdad que, en el caso que conozcan los derechos de autor, no saben hasta donde llegan sus límites. Normalmente asociamos una publicación al copyright, es decir, a esa norma que nos prohíbe absolutamente todo, eso sí, exceptuando el comprar una obra y leerla, escucharla o verla. Por lo que es normal que la sociedad entienda este derecho, porque al fin y al cabo se trata de un derecho que intenta proteger a los autores, como un enemigo, es más, un adversario que únicamente pretende sacarnos los cuartos. En general, creemos que el copyright únicamente protege los bolsillos de los artistas, más que a sus propias ideas, algo que choca totalmente con la tradición mediterránea. Nosotros siempre hemos tenido muy presente la necesidad de pedir prestado el trabajo de otro y mencionar su autoría, sin embargo, son los ingleses los encargados de establecer un canon por su uso. La cultura es de todos y por tanto todos tenemos derecho a acceder a ella, y la verdad que estas medidas que establecen los autores muchas veces nos fastidian bastante y, nos hacen pensar, que más bien defienden su economía.



Cuántas veces hemos escuchado que leer es importantísimo pero es que los libros recién publicados cuestan un dineral, también se nos dice que escuchemos música aunque los discos no bajan de los 15 o 20 euros, y por supuesto, veamos cine ya que enriquece nuestros conocimientos pero las películas, y las entraditas para las proyecciones, alcanzan precios elevados. Y a todo esto tenemos que hacer frente los estudiantes, es decir, personas que dedican la mayor parte de su tiempo al estudio y que carecen de grandes aportaciones económicas. Pero es más, la bibliografía del curso es bastante abundante y todos los libros no podemos comprárnoslo, bien, están en la biblioteca, eso sí, en el mejor de los casos nos encontramos con tres ejemplares para todos los alumnos. ¿La solución? fotocopiarlos, pero tampoco podemos, puesto que creo que el límite ronda en el 20%. En fin, que yo entiendo que todos queremos que nuestro trabajo se reconozca, es más, que queramos sacar un beneficio de él, pero también debemos tener en cuenta a los usuarios, y plantearnos que si el mundo de la piratería ha alcanzado estos límites será que hay un fallo, pues no creo que nadie prefiera tener una copia de “El Quijote” entre sus manos que un puñado de fotocopias mal grapadas.



Tras esta pequeña reivindicación ya que pienso que todos tenemos la obligación de defender lo que es nuestro de la mejor forma que encontremos, eso sí, luego no nos quejemos si no nos va tan bien como quisiéramos, me gustaría hablaros de cómo todo está cambiando. Hasta ahora cuando nosotros creábamos una obra, daba igual el soporte, se encontraba sujeta a un copyright altamente protector, y por más que quisiéramos, al menos en el ámbito más general, los usuarios debían de respetar sus normas. Sin embargo, algunas personas se han venido percatando de que este sistema está quedándose desfasado y aunque su idea básica es fundamental, defender al autor, su envoltorio ya no respondía a las nuevas necesidades. El mundo está cambiando y por tanto la mentalidad de las personas también, del mismo modo que los ámbitos de difusión cultural. Es aquí donde aparecerá el copyleft y organizaciones como Creative Commons que únicamente pretenden complementar a los viejos derechos de autor. Ahora ya cada uno puede elegir entre un sin fin de licencias que complacerán las necesidades y los ideales de cada personas, y que sobre todo, ayudarán a los usuarios en sus próximas creaciones.


Éstas son las seis licencias que se pueden escoger:
by

Reconocimiento (by): Se permite cualquier explotación de la obra, incluyendo una finalidad comercial, así como la creación de obras derivadas, la distribución de las cuales también está permitida sin ninguna restricción.
by-nc

Reconocimiento - NoComercial (by-nc): Se permite la generación de obras derivadas siempre que no se haga un uso comercial. Tampoco se puede utilizar la obra original con finalidades comerciales.
by-nc-sa

Reconocimiento - NoComercial - CompartirIgual (by-nc-sa): No se permite un uso comercial de la obra original ni de las posibles obras derivadas, la distribución de las cuales se debe hacer con una licencia igual a la que regula la obra original.
by-nc-nd

Reconocimiento - NoComercial - SinObraDerivada (by-nc-nd): No se permite un uso comercial de la obra original ni la generación de obras derivadas.
by-sa

Reconocimiento - CompartirIgual (by-sa): Se permite el uso comercial de la obra y de las posibles obras derivadas, la distribución de las cuales se debe hacer con una licencia igual a la que regula la obra original.
by-nd

Reconocimiento - SinObraDerivada (by-nd): Se permite el uso comercial de la obra pero no la generación de obras derivadas.

En definitiva, cada uno debe ser reconocido por su trabajo y en ningún momento otra persona puede apropiarse de él. Pero no olvidemos nunca que lo importante es aportar nuestro granito de arena a la sociedad, y sobre todo, que en numerosas ocasiones el problema viene dado por la desinformación, así que, evitemos ésta y nos ahorraremos algún que otro quebradero de cabeza.

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¡Bienvenidos a mi blog! Espero que os guste el mundo de la bilioteconomía pues la mayoría de entradas se econtrarán ralacionadas con éste.
 
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